Les nostres recomanacions i propostes

A lo largo del diario, en sus entradas sin fechar encontramos un testamento heterodoxo, articulado prácticamente por aforismos escritos en prosa, propios de un disidente del sistema. Desprendidas de cualquier sentido de la prudencia, sus impresiones sobre el día a día se sienten como una granada lanzada con travesura a los pies del lector. Limónov fantasea perversamente con la revolución, tomar las armas, su propia muerte heroica, así como con una extensa carpeta de relaciones sexuales emborrachadas en lascivia.
 
Lo que hace vigoroso a Diario de un perdedor es que el autor, aun siendo pobre, o en medio de sus azarosos empleos de asalariado precario, siempre sigue insobornablemente comprometido con su manera auténtica de percibir la vida. Porque antes que proletario, revolucionario o incluso degenerado, Eduard Limónov es un poeta. Y por lo tanto, no puede evitar recolectar la provechosa cosecha de experiencias y personajes que asaltan su vida en América para convertirlas en esta gran epopeya de los fracasados.
 
Quizás todos nosotros hemos acabado sintiéndonos como perdedores dentro de los sólidos márgenes del capitalismo. Por eso mismo Limónov acaba granjeándose nuestra simpatía, ya que nos consuela tener tan cerca el corazón de un indomable insurrecto.