La premisa de la que parte este libro es simple: las películas de antes eran mejores. Lo interesante reside en dónde se sitúa ese «antes»: es común hablar de la década de los 70 como la última edad de oro de los grandes estudios americanos. Pero no es muy habitual defender la calidad de las producciones de los estudios de los 80. Hadley Freeman, columnista de
The Guardian, despliega un arsenal de argumentos que van desde lo puramente emocional al análisis sociológico, para demostrar que las pelis de los 80 son mejores de lo que todos creíamos. A través de la hipérbole, consigue transportarnos al centro de la emoción adolescente que sentíamos ante estas películas, emoción que ella conserva intacta. Una pasión que no empaña, sino que parece reforzar, la lectura crítica que Freeman hace de la lógica de la representación cinematográfica: su análisis en clave feminista es desalentador porque evidencia que las producciones contemporáneas están sujetas a un discurso heteropatriarcal homogeneizante, producto de la lógica capitalista y del mercado global; y revelador porque demuestra que en feminismo, como en otras cuestiones, las películas de los 80 fueron mucho mejores.