Les nostres recomanacions i propostes

¿Fue Johann Wolfgang von Goethe una alma libre o temerosa?, ¿puede tildarse su paso por el mundo germánico, que tanto cambió a lo largo de su vida, de reaccionario o de revolucionario?, ¿fue la poesía su gran vocación o la canalización de todos los arrebatos amorosos a los que se entregó el autor?, y, en este sentido, ¿cómo debemos interpretar su pasión por otras ramas del saber como la física o la botánica?, es decir, ¿qué es aquello del inmenso ímpetu vital que siempre acompañó a Goethe que aún nos interesa, nos sacude y hasta nos asusta?, ¿qué originó tal fuerza y hacia dónde se dirigió toda esta energía a lo largo de la vida del autor e, incluso, una vez finalizada esta? Nos habla Helena Cortés, germanista y traductora de Goethe –como también de Hölderlin, Heidegger o Adorno–, planteando todas estas preguntas en este Goethe. Vivir para ser inmortal, de la figura de un hombre, como se cuenta que lo llamó Napoleón con su «¡Voilà un homme!», que no se deja definir por mucho más que por esta palabra. En efecto, Goethe fue un hombre y, como tal, nunca se negó nada de aquello que a los hombres agrada. Aun así, sus mayores esfuerzos siempre fueron en vistas de un legado que pudiera hacer de él un hombre inmortal. Su espíritu vitalista lo dotó, ya en vida, de cierta capacidad para burlar el paso del tiempo, esquivar todo tipo de compromisos y llevar una vida suficientemente cerca de la inmortalidad para que tal proyecto fuera, tan solo, la culminación necesaria de toda su existencia.