Es agosto de 1943 y Leonora Carrington describe la angustia vivida en el sanatorio del Doctor Morales en Santander. Algunos años antes había desembarcado en el París de entreguerras junto con Max Ernst, quien la puso en contacto con el círculo surrealista. Allí frecuentó a importantes figuras de ese movimiento, como Duchamp o Breton, pero tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial Max Ernst es arrastrado a un campo de concentración y Carrington emprende, entonces, una huida que la lleva a cruzar los Pirineos para refugiarse en España, donde acabará internada en un psiquiátrico.
Memorias de abajo relata el período que pasó recluida en este centro, bajo los sádicos métodos curativos del médico español. Allí se debatió entre la cordura y la locura, de manera que no queda claro cuánto de lo que narra es cierto, y cuánto, fruto de su trastorno. En este diario onírico asocia su vida personal con lo que está sucediendo en el mundo, encontrando siempre un sentido a su conducta alterada. «Donde está Carrington, está el surrealismo», sentenció su biógrafa, la mexicana Poniatowska, a pesar de que la pintora confesó que jamás había intentado deliberadamente ser surrealista.
Raquel Ungo