Salamandra reedita
El cuento de la criada (1985), una distopía feminista de rabiosa actualidad. No solamente porque se haya adaptado recientemente para la pequeña pantalla, sino porque en un momento de auge del conservadurismo en Occidente, y de políticas que proponen reducir los derechos de las mujeres, este texto, como toda buena distopía, se convierte en inquietantemente premonitorio. Atwood sitúa la acción en el régimen teocrático de Gilead, una República que basa sus políticas en una lectura a rajatabla de las escrituras, y que lucha por contrarrestar una demografía menguante –la contaminación ha convertido a un porcentaje elevado de la población en estéril– a base de forzar a ser criadas (esclavas sexuales) a todas las mujeres que se hayan probado fértiles, que deberán gestar los retoños de los matrimonios en el poder. A través de la mirada de Defred, una de las criadas, Atwood nos muestra los caminos que pueden tomar las políticas conservadoras llevadas al límite, las múltiples formas en que es, ha sido, o puede ser controlado el cuerpo de la mujer, así como el funcionamiento de aquello que nunca nos podrán arrebatar: la mente y
su capacidad de resistir.
Nolite te bastardes carborundorum.