Con un arsenal de categorías psicoanalíticas, Recalcati examina la escuela contemporánea como si de una estructura psíquica se tratase. Reduciéndolo a su mínima expresión, el Complejo de Edipo es ese sopapo que recibe el sujeto de cuya lágrima enrabietada florece la civilización. Si no nos despertáramos del prematuro sueño amniótico, flotaríamos en la pesadilla del goce ilimitado. Sobrepuestos del bofetón, atisbamos una Ley Paterna que ejerce la doble función de orientación y censura. Por el contrario, cuando esta desaparece, la distancia generacional que separa progenitores, docentes y alumnos se achica hasta el límite de la desaparición, provocando una confusión de roles que inhibe toda posibilidad de aprendizaje. La caída de la Ley como causa de la crisis de enseñanza, exige la restauración de la autoridad cuarteada. Para ello, el autor recurre a la figura de Telémaco con el fin de ilustrar la demanda de un legado normativo. Si Edipo sufre un exceso de presencia que guía pero lesiona, Telémaco adolece de un exceso de ausencia que activa en él la búsqueda de un camino transitable. La autoridad reivindicada en este ensayo no se asemeja a la coerción, sino a una suerte de alteridad cuya extrañeza enciende el deseo de saber, pues «no hay trasmisión posible sin encuentro, sin impacto con el otro».
En la estructura del conocimiento reside un vacío que contiene la promesa de aprendizaje; un trato, sin embargo, que nunca llega a cerrarse del todo. Y es en esa cuerda floja de pacto incumplido, en esa tensión entre la confusión y la sabiduría, donde media el maestro para «custodiar con celo la imposibilidad de saber», para revestir de apetencia el margen donde habita lo desconocido.