Crímenes literarios

Crímenes literarios
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La originalidad de estos Crímenes literarios (1906) ha empezado no hace mucho a reconocerse, al menos entre los aficionados a la ficción especulativa, debido al carácter pionero en el mundo de su genial Máquina cerebral, la primera ficción centrada en un ordenador personal propiamente dicho, dedicado a la producción automática de textos literarios, discursos políticos y de otra índole, todo presentado como si fuera un sarcástico folleto publicitario preñado de humor negro. Pero sería injusto limitar a esta parte el mérito de este extraordinario libro del asturiano tercer marqués de Valero de Urría (1861-1908), cuya muerte prematura impidió seguramente su consagración como uno de los escritores más rompedores de su tiempo, lejos del casticismo estrecho de otros contemporáneos suyos hoy más famosos y canonizados. No hubo escritor entonces en España, y quizá tampoco fuera, que se atreviera a retomar y ampliar la modesta propuesta de Swift en forma de la irónica apología del canibalismo pronunciada en un antropofágico Banquete anual, ni a execrar, en Dogmas éticosa la especie humana desde una perspectiva radicalmente animal que deja en mantillas a los animalistas de hoy. Tampoco hará falta insistir en la novedad de sus reescrituras de mitos bíblicos, como el del becerro de oro, aquí contado desde la perspectiva del áureo rumiante. Todo ello va enmarcado en una biografía picaresca del autor de tan escandalosos textos, un profesor cuyas ideas y actitudes también superan en mucho la iconoclastia de un Nietzsche y, por adelantado, la de los vanguardistas. Esta iconoclastia es lingüística también, pero a diferencia del procedimiento facilón de introducir demagógicamente coloquialismos, el profesor y su albacea-editor escriben en un castellano cuyo cultismo no está reñido con la gracia y el humor crítico (sus irónicos ditirambos a la universidad española, por ejemplo, no tienen desperdicio). Este humor se dirige a lectores esforzados e inteligentes. A usted mismo, pues, sin ir más lejos.