Metrópolis

METRÓPOLIS, de Thea von Harbou, igual que la famosísima adaptación cinematográfica que de la novela hizo Fritz Lang, en aquella época esposo de la escritora, se ha considerado una obra de ciencia ficción a causa de un futurismo que, en realidad, constituye la ambientación y no lo sustancial de la obra. Por encima de eso, Metrópolis, tanto en su versión literaria como cinematográfica, es una verdadera parábola poética del ser del hombre, que queda expresado en la sentencial inicial:El mediador entre el cerebro y las manos tiene que ser el corazón. El corazón que somos cada uno de nosotros no es lo que se enlaza con otro: es lo que hace que otros se enlacen y se hermanen.

En forma de parábola poética, como una nueva versión literaria y cinematográfica de la narración de la torre de Babel como acontecimiento de la historia universal, y también como acontecimiento espiritual dentro de cada uno de nosotros, pero con un nuevo final esperanzador y salvífico a pesar de todo dolor, en Metrópolis se condesa una reflexión de amplia tradición sobre el ser del hombre, es decir, sobre lo que nosotros mismos somos. Cada uno de nosotros es un mediador, es un corazón a quien se le ha encomendado, más que velar, hacer juntarse permanentemente dentro de sí lo espiritul y lo material.