La política de las emociones


La política de las emociones

¿Quién no ha leído algún tuit de Donald Trump y no ha sentido su odio? Seguro que más de uno ha visto algún fragmento de los debates sobre el Brexit o sobre la crisis del coronavirus ahí con Boris Johnson luchando infatigable contra los elementos. ¿Y las lágrimas de indignación de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau? ¿Y aquel eufórico «asaltar los cielos» de Pablo Iglesias? ¿Y lo bien que nos hizo sentir Pedro Sánchez cuando se estrenó como presidente diciendo que dejaría atracar en España el barco con migrantes que Matteo Salvini bloqueado en Italia? Quizás habrán visto algún meme de los
muchos que se hicieron sobre el canadiense Justin Trudeau a lo príncipe azul en una foto con él y Melania Trump de protagonistas.
Cuesta decir demasiado sobre las cabalgatas a pecho descubierto del implacable Vladimir Putin, aviso para navegantes. Y no nieguen que, pasada la gran crisis, han oído hablar en más de una ocasión sobre la admiración que despierta Angela Merkel. Y del enfado que despierta el discurso de Abascal, no caben dudas. ¿Qué hay de verdad en todo ello? ¿Y en todos ellos? ¿Y en esos sentimientos que generan a millones de personas?
La ciencia de la emoción hace tiempo que lo estudia, y así como los gigantes tecnológicos de Silicon Valley se sirven de ello para hacernos
sentir bien, para crearnos necesidades y activarnos, igual pasa con la política que nos gobierna. Y es que, si los sentimientos mueven el mundo, ¿cómo no iban a hacerlo también con la política? Vivimos más del gustar que del disfrutar, más de apariencias que de realidades. ¿Y cómo no iba a sublimar eso una política que vive en campaña permanente? Es el mundo que vivimos. Los protagonistas de este libro
son eso. Son ellos, pero somos nosotros.