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Reflexiona Philipp Blom en Gente peligrosa. El radicalismo olvidado de la Ilustración europea sobre la ausencia de mención y sitio alguno de Diderot en el Panteón francés (aun habiendo sido profanados sus restos en plena Revolución Francesa y echados a una fosa común), a lo que contesta afirmando que el Panteón «es la historia oficial tallada en piedra, y en esa versión hay algo engañosamente verosímil».
Pero ni siquiera después de leer la magnífica biografía que Andrew S. Curran dedica al philosophe francés, donde da argumentos para este olvido más o menos asumibles –la Francia revolucionaria no podía permitir entronar a un pensador ateo que dejaba sin el más allá a la humanidad–, es difícil entender semejante injusticia.
Porque cuesta aceptar que un hombre que encabezó, contra todas las dificultades habidas, el primer proyecto de compilación del saber de su época; que escribió obras que reflexionaban sobre la naturaleza humana (El sobrino de Rameau, La religiosa) y que incluso fue crítico de arte y de teatro (teoría de la cuarta pared), siga siendo tan minusvalorado en comparación con otros contemporáneos suyos.
Este libro es un acto de restitución y un gran homenaje. Imperdible.