Este no es un libro sobre Friedrich Nietzsche al uso. Su autor, Franz Overbeck, fue uno de los mejores amigos de Nietzsche y uno de los pocos que el filósofo mantuvo hasta sus últimos días. No es un biografía ni un estudio de la obra de Nietzsche. El escrito es un recopilatorio de memorias que, a pesar de mantener el tono espontáneo propio de cuando nos esforzamos en recordar a alguien, es capaz de mostrarse como un texto homogéneo. El carácter fragmentario es más que palpable, pero eso no impide una continuidad que permite ver al Nietzsche del que nos habla. Lo que se nos cuenta es cómo vivió Overbeck a Nietzsche, cómo se sintió con respecto a él y, a su vez, cómo actuaba Nietzsche con sus seres queridos. El texto no es una apología escrita por un adepto. Es más, Overbeck no duda en señalar, de un modo nada visceral, los errores filosóficos del pensamiento nietzscheano. Lo que abunda es la voluntad de dejar constancia de quién y cómo era el Nietzsche amigo que él conoció, y cómo lo entendió. La figura de Nietzsche no está idealizada en el texto, sino que aparece como un humano más, con sus manías y excentricidades. No se trata tampoco de hacer un lavado de cara de la figura de Nietzsche, aunque lo hace. Overbeck nos cuenta cómo era Nietzsche consigo mismo, cómo entendía la amistad y qué hacer para que durase. En el texto no faltan las alusiones a la locura de Nietzsche y a cómo Overbeck fue tomando conciencia de ella. Relata, también, los cada vez más escasos destellos de cordura de un Nietzsche paulatinamente reducido al recuerdo de su legado. Legado al que, como se hace evidente en los fragmentos excluidos en la edición hecha por el discípulo de Overbeck e incorporados en la presente, poco contribuyó Elisabeth, la hermana de Nietzsche, en la tarea del Nietzsche-Archiv.