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Ressenya
Miedo y progreso, de Antonio Cazorla
Los españoles de a pie bajo el franquismo, 1939-1975
Per Antonio Ramírez
3.4.2016

Cazorla contrapone dos grandes ejes temáticos que se entrecruzan en su análisis: las políticas del terror y el miedo con las que la dictadura se impuso durante sus dos primeras décadas y los alcances del progreso económico y las transformaciones sociales que trajo consigo.
En Europa, las postguerras han sido períodos de miseria y privación extremadamente duros. No obstante, en los países vencedores, los gobiernos han intentado gestionar políticas de compensación para intentar equilibrar y mitigar la carga de sufrimiento, en ocasiones con éxitos notables. Por el contrario, en España, la dura postguerra de los años 40 no lo fue tanto por los efectos de la guerra como por la acción implacable de la parte vencedora: una feroz política represiva y revanchista, apoyándose en la iglesia católica como baluarte anti-moderno e imponiendo desde 1939 la llamada “autarquía” económica, la mayor expresión de ignorancia y torpeza en la gestión económica que haya vivido ningún país europeo en el siglo XX. El autor documenta con detalle los efectos de miseria y hambre que trajo, en particular, para los campesinos del sur. En cruel paradoja, si quisiéramos encontrar un parangón, en tiempos de paz, a las brutales políticas del miedo de Franco, tendíamos que irnos hasta la Rusia de Stalin.
El reconocimiento por parte del gobierno americano en plena Guerra Fría y el plan de estabilización del 59, abrieron paso a una recuperación económica que se prolongó hasta los años setenta. La entrada de inversiones extranjeras, la emigración de centenares de miles de trabajadores y sus remesas de divisas, permitieron al régimen construir la imagen de una dictadura garante de la paz y, a su vez, portadora de progresos y bienestar. Una imagen que cuajó en parte gracias a que se asentaba sobre un miedo doble: el temor a la represión y el castigo, a la temida Brigada Político-Social, pero también el miedo a un nuevo enfrentamiento social, a una nueva guerra civil. Este doble miedo quizás explica por qué, al final de la dictadura, muchos prefirieran no mirar atrás para buscar justicia sino más bien actuar como si pudieran olvidarse cuatro décadas de terror y mentiras.
Quizás pudiera decirse de este libro que, cuando el relato se aproxima al final del período, se hacen evidentes ciertas debilidades de su enfoque: por un lado, se vuelve problemático el intento de mantener una visión holística sobre un panorama tan diverso y complejo; uno tiene la impresión de que el autor cae en una trampa de la ideología franquista: que existe algo como “los españoles de a pie” en una sociedad tan fragmentada y dividida. Por otro lado, cuando para hablar de las personas “corrientes”, que no han tenido discurso propio -o, en términos marxistas, que carecen de “conciencia de sí”-, se recurre a documentos oficiales o autorizados por el régimen, en realidad tal vez no estemos diciendo mucho sobre lo que de verdad pensaban y sentían esas personas. Por momentos, cuando habla del apoyo que la gente común brindaba a Franco, parece como si el autor diera crédito a la propia versión del NO-DO. Pero bien sabemos que, en las dictaduras, las muestras de entusiasmo y los gritos de “viva” suelen ser también -cuando no, sobre todo- producto del miedo y el terror: nadie quiere ser el primero en dejar de aplaudir después de que el “generalísimo” ha hecho entrada en su palco del Bolshoi, o cuando su mano trémula saluda desde la ventana del coche oficial. No obstante, se trata de unos matices no restan ningún mérito a este relato, tan bien tejido, sobre los años más oscuros del desafortunado Siglo XX español.