Los muertos nos observan. Pero a Guy, bevedor incansable, truhán sin fin, le resbala, él sigue su fiesta permanente, su aquelarre etílico hacia ningún lugar. Aunque sean los muertos provocados por él los que le acechan detrás de una cortina oscura. Y es que, además de borracho, por supuesto, es vago, maleante, ladrón y –cuidado, niños y loros– asesino. Sin saber exactamente cómo, de borrachín de taberna pasa a carpintero de navío, y después de una batalla en la que se certifica como el cobarde más oportunista de los océanos (de vino, si puede ser), los piratas le harán
uno di noi, aunque la aventura no llega a buen puerto. Schrauwen, uno de los mejores autores de tebeos del mundo (y a quien tuvimos hace poco en Barcelona, gracias al Graf y a sus nunca suficientemente amados Fulgencios), alguien que nunca hace un cómic de la misma forma que el anterior, que nunca recicla ideas y que mantiene un nivel gráfico y literario enorme, aquí se da la mano con los guionistas más heterodoxos del BD francés para traernos una historia de piratas, onírica a ratos, salvaje y ofensiva en otros, nunca complaciente, que vale su peso en oro.