Las muertes inevitables

Todas la muertes son inevitables. A veces, quien muere no es un cuerpo destinado a la putrefacción, sino un maldito sentimiento: su pérdida nos cercena como si nos hubiesen amputado un miembro. Y están esas otras muertes, alocadas, que se producen al perseguir un sueño, una imagen o un deseo, sin advertir, por ejemplo, el camión descomunal que ocpua amenazador su parte de la calzada. Algunas de las muertes rebasan el absurdo y se convierten en destino, pero todas ellas son aquí un pretexto par ejercitar el viejo arte de contar cuentos. Cuentos que sorprenden y fascinan por su geometría precisa y concisa, por su suave rotundidad, por los guiños que suponen a toras caras de la realidad y por configurar un unvierso literario pleno de inteligencia y dotado de una incontestable madurez estilística.