Todo es verdad porque nadi mira


Todo es verdad porque nadi mira

Julia vuelve a su ciudad natal porque su amiga Marta ha tenido una hija, lo que sería una buena
noticia si no fuese porque ha pasado el tiempo y todo se ha descolocado. Entre las manos lleva
un ramo de flores y, en el bolso, el manuscrito de una novela titulada Las niñas, en la que trata
de reorganizar la cartografía de su familia y de su grupo de amigos para que nadie, ni siquiera
ella misma, pueda cuestionarse adónde pertenece. Pero ser la cronista desde fuera conlleva el
riesgo de terminar por sentirse una extranjera en su propia memoria. Es una novela sobre la
potencia de los recuerdos de infancia y sobre la losa de una educación sentimental basada en
la culpa y los silencios. También es una historia sobre el peso de nuestras relaciones familiares
a través de los años, cuya inmutabilidad acaba por encapsular una versión rígida de nosotros
mismos a pesar de que la vida que hayamos armado ya sea otra. Con ecos de Carmen Martín
Gaite, Jonás Trueba o Aurora Venturini, esta novela es, sobre todo, un homenaje a la amistad
y una reflexión sobre lo complicado que resulta permanecer sin estar presente que nos pone
frente al dilema de si es legítimo pretender desempeñar un rol en un lugar que ya no se habita.