Un mundo propio


Un mundo propio

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Graham Greene, que en la mesilla de noche tenía siempre a mano lápiz y papel para anotar sus sueños, le pidió a su compañera Yvonne Cloetta que preparara para imprenta el diario de lo que él llamaba su «mundo propio». Un diario de más de 800 páginas, iniciado en 1965 y concluido en 1990, del que en los últimos meses de su vida hizo una sucinta y rigurosa selección.
Estamos, por tanto, ante un libro de ecos y de reflejos, ecos de ecos, si se prefiere, en que el autor británico nos muestra, con ironía y humor, sin grandilocuencias, y con una admirable precisión, el catálogo de inquietudes en torno a las cuales vivió y construyó su literatura: el espionaje, la política, la guerra, el conflicto religioso, la enfermedad, la ciencia, el amor, la felicidad... Una especie de autobiografía que nos permite entrever la extenuante vida interior de uno de los escritores más importantes y controvertidos del siglo XX, que concebía la escritura como una forma de conocimiento, y que además sabía celebrar como pocos escritores ese otro modo de vida que es el dormir.
«El lenguaje del sueño no está en las palabras, sino bajo ellas.» Walter Benjamin
Estamos, por tanto, ante un libro de ecos y de reflejos, ecos de ecos, si se prefiere, en que el autor británico nos muestra, con ironía y humor, sin grandilocuencias, y con una admirable precisión, el catálogo de inquietudes en torno a las cuales vivió y construyó su literatura: el espionaje, la política, la guerra, el conflicto religioso, la enfermedad, la ciencia, el amor, la felicidad... Una especie de autobiografía que nos permite entrever la extenuante vida interior de uno de los escritores más importantes y controvertidos del siglo XX, que concebía la escritura como una forma de conocimiento, y que además sabía celebrar como pocos escritores ese otro modo de vida que es el dormir.
«El lenguaje del sueño no está en las palabras, sino bajo ellas.» Walter Benjamin
«Greene huele a Shakespeare, a tragedia estúpida, a ruido y furia. Un ruido sin pretensiones y una furia sin estridencias.» Constantino Bértolo
Ilustraciones de Ramon Sanmiquel